¿Tengo miedo? ¿Qué puedo hacer?

 

Mi lema en el nuevo proyecto de asesoramiento psicológico que comencé a finales del año pasado es: ¡Libérate de las preocupaciones, miedos e inseguridades y disfruta de la vida! En él incluyo uno de los principales motivos de consulta, es decir el miedo a lo que vaya a ocurrir. Entre los niños: a ir al cole, a vomitar, a los ruidos fuertes, a los cambios, a la oscuridad…Entre los adultos: tengo miedo a salir solo a la calle por si me da un ataque de pánico, tengo miedo a quedarme sin pareja, tengo miedo a la soledad, tengo miedo a hablar en público, al que dirán, tengo miedo a que mi hijo no sea inteligente, a no ser buena madre/padre, temo no resultar atractiva a mi pareja, tengo miedo a que estas emociones que experimento no sean normales y que puedan conmigo…todos son ejemplos verídicos extraídos de mis años de experiencia como psicóloga. Y desdenina-miedo-tapa-ojos-rincon-p luego es solo un extracto de los muchos miedos y/o preocupaciones que aparecen.

 

Hay que puntualizar que el miedo es una emoción universal, normal, necesaria y adaptativa que nos ayuda a enfrentarnos a situaciones difíciles, complicadas o amenazantes que pueden surgir a lo largo de la vida del individuo. Por ello, los niños en función de su edad, van atravesando por una serie de etapas en las que prevalecen más el miedo a unos estímulos concretos y que son normales y dependientes del desarrollo madurativo. Así de 2 a 4 años se inicia la evolución de los auténticos miedos infantiles: a los animales, a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a separarse de los padres, a los cambios del entorno…y es cuando aparecen las respuestas de evitación al huir del estímulo que le atemoriza.

 

Por otro lado, la ansiedad es una respuesta psicofisiológica de alarma, también normal y adaptativa como el miedo y que nos prepara ante posibles peligros, amenazantes o dificultades que se nos presentan en el ambiente. Siempre indico a mis clientes que la ansiedad es necesaria para poder actuar en nuestro día a día. Para enfrentarnos ante situaciones que requieran un mínimo de concentración y esfuerzo, como por ejemplo contestar a las preguntas de un examen, es necesario un nivel mínimo de activación para que nuestro rendimiento sea positivo y adecuado (aunque claro está, el resultado de la prueba dependerá de otros factores como haber estudiado, por descarga (1)supuesto). Pero un nivel intermedio de ansiedad es condición indispensable para poder rendir adecuadamente.

 

El problema surge cuando la respuesta de ansiedad y la emoción del miedo son desproporcionadas al estímulo real que se nos presenta. Por ejemplo, un miedo común entre adolescentes y adultos es hablar en público. Si resulta que ante la situación de tener que expresarse ante un número determinado de personas, la respuesta psicofisiológica de ansiedad se dispara (enrojecimiento de la cara, sudoración de manos, bloqueo mental…) y la evitación de la situación no te permite rendir en los estudios, en el trabajo y te limita en las relaciones sociales y en otras áreas importantes de tu vida, entonces es necesario que consultes a un profesional que pueda asesorarte personalmente. Nos podemos encontrar ante una fobia. La percepción de peligro (real o imaginario) es mayor de lo que objetiva y realmente es. Otros problemas adicionales son el uso de ayudas externas aparentemente eficaces en un principio pero desaconsejables a largo plazo como el uso de alcohol, drogas y ansiolíticos para poder vencer este y otros tipos de fobias. La evitación de la situación sigue estando ahí, porque la persona realmente está usando la ayuda externa, la muleta, la dependencia de un elemento externo a sus propias habilidades.

El cambio de los pensamientos que se encuentran en la base de este tipo de dificultades y el entrenamiento en otras habilidades tales como la gestión de ansiedad, el aumento en la confianza y autoestima son esenciales para poder afrontar este tipo de miedos.

¿Qué hacemos ante estos casos? Exponerse poco a poco ante el estímulo fóbico. Enfrentarse a aquello que nos da miedo nos proporciona mayor seguridad y nos reconforta. Si progresivamente percibimos que no hay peligro REAL en el estímulo que evitamos, paulatinamente podremos llevar una vida más plena y feliz.

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Otro tipo de  miedo muy común entre los pequeños de la casa y frecuente en la consulta psicológica es el miedo a la oscuridad. Aparece en torno a los dos años y permanece hasta los 8 años, siendo un miedo transitorio y de poca intensidad. Sin embargo, puede persistir en el tiempo y con una intensidad elevada. Según mi propia experiencia, aparece en niños muy activados y suele ir asociado a otro tipo de dificultades (problemas de conducta, ansiedad, obsesiones…) y no suele ser el principal motivo de consulta por parte de los padres a pesar de que entorpece enormemente el funcionamiento familiar debido a las constantes muestras de atención derivadas de los despertares nocturnos durante noches sucesivas.

 

En definitiva, aunque los miedos son frecuentes e incapacitantes, pueden superarse. Si quieres puedes ser capaz de conseguirlo. Con mi asesoramiento y tu motivación es posible. ¡Libérate de las preocupaciones, miedos e inseguridades y disfruta de la vida!

 

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